Saludos a todos. Es un placer para mí escaparme de mi guarida habitual y colarme en Linda Beleta, blog que sigo de forma habitual desde hace tiempo y, dentro de los especializados en literatura, uno de los primeros en mi lista de favoritos. Isabel, su administradora, me ha hecho dos regalos, que me han producido especial alegría. El primero fue el libro que comentaremos hoy: “El hijo de la vid”, del malagueño Carlos Clavijo. El segundo, invitarme a escribir una entrada en su blog, y darme además libertad para escoger el tema de la misma. Uniendo ambos, me pareció una buena idea hacer una reseña del citado libro, por las gratas sensaciones que me produjo su lectura, bella y profundamente evocadora. Espero que sea de vuestro agrado. Vamos allá:
Sinopsis: Esta es la historia de un sueño. De perseverancia, tenacidad, esperanza y superación. De amor, de celos, de traiciones y de injusticias. Miguel Moreno desea crear un vino legendario, pero la vida no es fácil en San Esteban, un pequeño pueblo de La Rioja, empobrecida y dominada por un caciquismo secular. La odisea de Miguel en busca de su ilusión será también la historia de España y de las transformaciones que experimentó durante la primera mitad del siglo XX.
“El hijo de la Vid” es obra de Carlos Clavijo: Escritor, guionista, cómico, monologuista y productor; es autor de cuatro novelas e innumerables guiones y sketches para el cine y la televisión.
Podemos definir este libro como una novela de ficción histórica, en cuanto narra acontecimientos ficticios ambientados en un marco de hechos históricos comprobados y documentados, y coexisten personajes imaginarios con otros reales. El tono es principalmente dramático, aunque contiene elementos bélicos, románticos, políticos e incluso de intriga.
Lo primero que llama la atención es el intenso trabajo de documentación del autor. Nada menos que dos años se pasó empapándose de bibliografía y de datos para que no haya lugar al mínimo error en la ambientación ni en los hechos presentados. Y es que la acción abarca unos setenta años y supone, además de un relato apasionante de la intrahistoria de los protagonistas, una pequeña y amena lección de Historia de España. Desde la infancia de Miguel, pasaremos por el reinado de Alfonso XII, la Guerra de Cuba, el reinado de Alfonso XIII, la dictadura de Miguel Primo de Rivera, la guerra de África, la Segunda República, la Guerra Civil y terminaremos el periplo con su vejez, durante la dictadura de Francisco Franco.
Pero si debemos destacar algo de “El hijo de la vid” es, sin duda, su mensaje, su llamamiento a la ilusión, a la esperanza, a la perseverancia para vencer las adversidades y perseguir los sueños hasta alcanzarlos. El protagonista, Miguel Moreno, tiene al principio de la historia las peores cartas posibles: hijo menor de una familia de agricultores riojanos, pobres de solemnidad, se ve obligado a embarcar como grumete en un carguero para huir de una tierra deprimida que no le ofrece oportunidad alguna. Sin embargo (y aquí la novela rompe con la tradición del “viaje del héroe” que implica que este abandone su hogar o “mundo ordinario” y viva su periplo fuera de él) Miguel tomará conciencia de que su destino está en San Esteban, su pueblo natal, al que vuelve y en el que se desarrollará casi toda la trama. Este giro argumental me hizo ver que no estaba ante un libro más, de consumir y olvidar, sino que se mueve en la línea de las grandes novelas clásicas y, como vamos a ver, deja huella en el lector.
Miguel es un personaje ejemplar. Ilustra el arquetipo del hombre luchador, inasequible al desánimo, que nunca se da por derrotado. Honrado, honesto, sencillo, sin dobleces. Un héroe a su pesar, podríamos decir. El mérito de Carlos Clavijo ha sido lograr que las muchas tribulaciones de Miguel nos mantengan en vilo, que nos emocionemos con él, que los riesgos que corre para sacar adelante su sueño de lograr un vino único, perfecto, inmortal, nos hagan sufrir y disfrutar, que nos dolamos con él cuando la suerte le da la espalda o que nos llenemos de alegría cuando su duro trabajo por fin da fruto.
El resto de personajes que rodean a Miguel están igualmente logrados y cuidados, y se nota el mimo que el autor les dedica. Amanda, su amor de juventud, es una mujer fuerte, decidida, leal y capaz de trabajar hasta la extenuación. Cambia un mundo de lujos y una vida regalada por la rigurosa vida del campo, y lo hace feliz, pues le permite estar con Miguel, su amor. Es toda una “heroína de novela”. Fernando, el hermano de Miguel, es un personaje de claroscuros, capaz de lo más noble y de lo más ruin, víctima de unas circunstancias y un entorno poco propicios y perseguido por un pasado que intenta olvidar sin éxito. Atención aparte merece también el villano de la historia, pues la engrandece: Don Andrés, alcalde de San Esteban y miembro del Partido Liberal de Mateo Sagasta, que en aquella época extendió una red clientelar por toda la región, en la que el alcalde está implicado. Representa la España caciquil, atrasada, en manos de unos pocos potentados que mantenían al resto deliberadamente pobres, incultos y miserables, sujetos a los favores y prebendas que cambiaban por votos y lealtades, mientras ellos se enriquecían y controlaban hasta el mínimo aspecto de la vida diaria de sus administrados.
Dijimos que el tono general de la obra es dramático, y en verdad Carlos Clavijo consigue que sintamos la dureza de la vida de Miguel y el resto de habitantes de San Esteban, las injusticias y arbitrariedades a las que están sujetos, la inmoralidad y de falta de escrúpulos de Don Andrés y el resto de la clase dirigente del país. La total falta de justicia que supone el envío de jóvenes a las guerras de Cuba y de África, de las que sólo se salvan los ricos que puedan pagar la exención. Por eso la historia personal de Miguel, y por extensión de Amanda, es tan esperanzadora. Significa la dignidad de la clase trabajadora, el orgullo de quien ama a una tierra y deposita en ella su fe y sus ilusiones.
“El hijo de la vid” es una novela hermosa, pero no complaciente. A los protagonistas no se les regala nada, ni tienen golpes de buena suerte. Todo lo que consiguen es de mano del trabajo duro y de sobreponerse tanto a la mala fortuna como a las injusticias. Miguel Moreno no es sólo ejemplo para el lector, sino también para sus vecinos, simbolizando así, como ya dijimos un poco antes, el orgullo de la tierra y de pertenencia a un lugar amado, del que se confía en sus posibilidades y al que se desea ver prosperar, crecer y generar riqueza para que sus hijos no tengan que abandonarla.
Pese al tono dramático, la obra tiene espacio para el romance que mantienen Miguel y Amanda, que sorprende por su fortaleza y por su mutua entrega, aún en los momentos más difíciles; para las intrigas, para las subtramas dedicadas a diferentes personajes como Fernando, que tomará protagonismo en diferentes momentos de la novela, y para la crítica social y política, pues en realidad es bastante triste ver lo poco que ha cambiado España desde entonces hasta hoy (la situación descrita es extrapolable a nuestro actual panorama).
La trama incluye traiciones, rivalidades, tensiones familiares, celos, crímenes, competencias empresariales con juego sucio, momentos de auténtica aventura, una mirada al absurdo y la irracionalidad de la guerra... como dijimos, una novela clásica con todos sus ingredientes, combinados con maestría por Carlos Clavijo para que todo encaje sin ser “a calzador” y el resultado final sea equilibrado y la historia avance con fluidez.
En el aspecto formal, decir que el estilo del autor es sencillo, con un léxico muy bien escogido, con unas construcciones claras y una lectura cómoda y agradable. El ritmo es ágil, y la sensación general es de gran amenidad, siendo una lectura muy placentera. Se lee con relativa rapidez, o al menos yo, debido a lo enganchado que me mantuvo la novela, me la leí enseguida. Carece de partes lentas o “áridas”, pues los elementos ilustrativos (sobre la elaboración del vino, el almacenaje, el cuidado de las vides, las técnicas de cultivo) están perfectamente integradas en la narración y en los diálogos, con lo que no cortan la trama sino que forman parte de ella.
Sobre esto último, ya dijimos que el libro es una pequeña lección de Historia, y aporta mucha información tanto sobre la España de la época (las famosas corruptelas ferroviarias del Marqués de Salamanca, los manejos caciquiles de Sagasta o Espartero, entre otras cosas) como sobre el vino de Rioja, cómo condicionó el desarrollo de dicha región y cómo llegó a ser uno de los más célebres a nivel mundial.
He subrayado algunos párrafos de la obra, para ilustrar el tono de la misma. Veamos por ejemplo el momento en el que un joven Miguel descubre su sueño:
“Miguel estaba atónito. Comprobaba cómo los vinos nacidos en su tierra hacían enloquecer a gentes de otros países. En todo el tiempo que pasó embarcado, era la primera vez que transportaba vino. Y, mira por dónde, el barco había naufragado. Pura fatalidad. Por un instante recordó a los marinos ahogados. Le hubiese gustado que hubieran podido oír los elogios que unos y otros dedicaban a aquella bebida que ahora tenían entre los labios. En cierto modo le parecía increíble que aquel líquido creado de manera artesanal y con jornales de vergüenza causara sensación más allá de sus fronteras.
Al segundo, el muchacho pensó en su padre, en la tarea minuciosa del viñedo, en las cepas a las que había dedicado cada minuto de su pensamiento, en lo mucho que había trabajado durante toda su vida para acabar sin tener nada. Después miró a Matt Silverman y pensó que mientras en San Esteban la mayoría de los vecinos sufría todo tipo de penurias, otros se enriquecían a su costa.
[…]
—Hemos estado ciegos. Hemos dejado que nos roben. Todo el mundo ve dinero menos nosotros. Si vieras lo que nos pagan, las condiciones en que trabajamos, no darías crédito... Nuestro vino tiene un gran potencial.
Frank asintió:
—Pues ya sabes, espabila...
Aquella noche, en su habitación, Miguel no lograba conciliar el sueño. Mientras la suave brisa que entraba por la ventana mecía las cortinas de lino, él tenía la mirada clavada en el ventilador que colgaba del techo. El banquete le había abierto los ojos. La llave de la salvación estaba en sus propias manos. ¿Cuántos años debían trabajar su padre, su hermano Fernando y él mismo para que su madre o su hermana Dorinda pudieran lucir uno de aquellos vestidos? Aquella era la prueba. No necesitaban emigrar para salir adelante. Poseían un tesoro en la misma puerta de casa. Tenían la tierra, las uvas, el clima... Solo había que saber cómo sacarle fruto.”
Y la presentación de Don Andrés, que resume también la situación del país en su época:
“[...]Con veintiocho años, ya pertenecía a la directiva provincial del Partido Liberal de Práxedes Mateo Sagasta, el político riojano que había sido presidente del Gobierno y controlaba todos los puestos influyentes en la región. Aunque había heredado tierras de don Segismundo, tras finalizar sus estudios de Derecho logró acumular un capital sustancioso. Aquí y allá, nadie había logrado resistirse a sus retorcidas estrategias ni a su colosal ambición. Entre otras cosas porque nunca perdonaba una afrenta. Y si había algo que de verdad le molestaba, era que le tocasen el bolsillo o le hicieran fracasar en sus metas.
En los años que llevaba como regidor no había hecho otra cosa que subir las contribuciones, esgrimiendo ante su partido que las cuentas del Ayuntamiento habían tenido pérdidas. Y mientras traía piedras de las canteras del Toloño para los zócalos de su casa, las calles se caían a pedazos, las tuberías con agua potable se oxidaban en un almacén y los conductos de la estufa de la escuela se quedaban sin revisar.[...]”
Y por último, un ejemplo de cómo la información sobre el cultivo de la vid se integra en la narración:
“Miguel cuidó con cariño las vides que el anterior dueño había abandonado, y cuando el terreno estuvo preparado, recogió los sarmientos prestados de cepa de tempranillo. Luego se dedicó a desfondar, cavando agujeros en la tierra a una profundidad de unos cincuenta centímetros. Limpió cualquier rastro de raíces, plantas y restos de animales, Después abonó los hoyos con estiércol y por último colocó las cepas dejando dos yemas al aire y arropándolas con la tierra recién extraída. Cada cepa estaba separada de la otra por una distancia de siete pies; era la única forma de que aprovechasen mejor la humedad. Miguel sabía que a partir de la siembra tendrían que esperar tres años hasta que aquellas plantas leñosas dieran su fruto. Mientras tanto, vivirían de lo que les diera el campo, y de los trabajos que fuera capaz de conseguir.”
Y así llegamos al final de esta reseña, que espero sirva de adecuada tarjeta de presentación para una obra que de verdad merece la pena y que yo, personalmente, os recomiendo con fervor. Si os gustan las novelas clásicas, las historias de superación personal, la narrativa histórica o todo ello, no podéis pasar por alto este libro. De verdad disfrutaréis su lectura.
Sólo me resta agradecer de nuevo a Isabel su invitación, y a vosotros el haber leído este artículo. Gracias a todos. Nos leemos!